La eternidad y una noche

El susurro deja arrastrando en la orilla fría del misterio una ráfaga de recuerdos imborrables. El mundo se deshace y envejece a nuestros pies, cansados de deslizarse sobre fango de dudoso origen. Sueño con tus labios, tu pecho y tu perversa mirada, cada vez que me traslado al mundo de las quimeras, allá donde el infierno quema lo justo y bebo de la inmortalidad que me proporcionas.

Fugaz instante en el que varios mundos se contraponen para reflejar el ocaso. Preciso momento en el que un delicado segundo se mantiene en el aire para mostrar el camino, el lugar hacia dónde la calma se transforma en estela, de un cometa sin ira.

Y la eternidad permanecerá brillante, como un regalo envuelto en sangre...


Lestat in the Templo