
La mordí con ansiedad, degustando labios, lengua y ese aroma prohibido de la indecencia que sobrevolaba por las oscuras paredes que nos abrigaban. Me respondió arrancándome la ropa y empujándome con furia hacia la cama, arañándole a la noche su máximo flujo de lujuria. Yo me llevé su alma aquella noche; ella me arrebató mi cordura para siempre.
Lestat in the Templo
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